27 mayo 2021

"Despertar" de Karina Espinoza. Programa "Libertad Bajo Palabra" (Colombia)

Karina Espinoza es una mujer ecuatoriana que, en su adolescencia, decidió sumarse a la guerrilla de las FARC, en Colombia. En 2010, a los 22 años, fue sorprendida por un ataque del ejército hacia el campamento en el que se encontraba. Como resultado perdió su libertad, una parte del brazo y, por un tiempo, la movilidad de sus piernas. En el relato que presentamos aquí, Karina recrea con gran vivacidad ese instante terrible en el que estuvo a punto de morir. El relato forma parte de uno de los tomos de Fugas de Tinta, la colección que reúne una selección de textos resultantes de los talleres de escritura creativa en cárceles del programa "Libertad Bajo Palabra", del Ministerio de Cultura de Colombia.

(Fuente: Verdadabierta.com)

El proyecto está coordinado hasta la actualidad por su creador, el escritor José Zuleta Ortiz. En 2005, él formó parte de un grupo de escritores que visitó una cárcel de mujeres en la ciudad de Cali para realizar talleres literarios. Después de esto, al percibir el interés de las mujeres en contar historias y compartir sus escritos, Zuleta comenzó a realizar oficinas de escritura creativa por su cuenta, las cuales culminaron en la publicación de un libro. Al conocer esta obra, el Ministerio de Cultura de Colombia le propuso a Zuleta que desarrollara un programa piloto de escritura creativa para replicarlo en otras cinco ciudades. De esta forma, en 2007 comenzó el programa "Libertad Bajo Palabra". En la introducción de la Guía para directores de Talleres de Escritura Creativa (2019), el libro publicado con el fin de auxiliar a las personas que quieran comenzar a realizar talleres de escritura creativa en cárceles, Zuleta afirma que “entre 2008 y 2019, el programa ha contado con 189 talleres de escritura creativa en 41 centros penitenciarios del país, con una participación de más de 3.600 personas privadas de la libertad”. En 2019, antes de la pandemia de Covid, apareció también el último volumen publicado hasta el momento de Fugas de tinta, el número 12.

En los talleres de "Libertad Bajo Palabra", cada participante desarrolla un proyecto individual de escritura bajo la orientación del coordinador del taller. Dependiendo de lo que le interese escribir (crónica, cuento, poesía), una serie de lecturas literarias son presentadas por el coordinador, como modelos o ejemplos movilizadores. El proyecto de escritura lleva, de esta forma, a la lectura, haciendo que el programa funcione también como un espacio de formación de lectores.

Es importante mencionar que "Libertad Bajo Palabra" no se pauta por una noción de "redención" o de "resocialización", es por eso que no mide ni proyecta cambios en sus participantes. Según Zuleta, el proyecto no pretende transformar a nadie en una buena persona ni en un escritor de oficio. Es verdad que algunas personas pueden descubrirse escritoras a partir del proyecto, pero otras puede que busquen en este solo un lugar de refugio o maneras de comunicarse. Además de ofrecer un espacio para esto, el proyecto no pretende más que presentarles a los y las paticipantes un instrumento —la escritura— para que indaguen y confronten su vida, su entorno y el mundo en el que viven.

El relato “Despertar” fue resultado de la participación de Karina Espinoza en el proyecto. En este, del acto de recordar que realiza la narradora de aquel momento liminar en el que quedó casi completamente destrozada, parece depender la posibilidad de dar continuidad a la vida, más allá de la simple supervivencia. Al enfrentarse al relato, el lector es convocado a participar del proceso en el que se rememora y busca una vida digna de ser vivida. "Despertar" se publicó en el cuarto tomo de Fugas de Tinta, en 2012. Karina escribió el texto en la cárcel El Buen Pastor, de Bogotá, en el taller coordinado por Víctor Manuel Mejía.

(Portada del libro Fugas de Tinta 4)

La última noticia que encontramos de Karina en los medios tiene fecha del 2018. En aquel momento ya había salido de la cárcel, estaba casada y tenía dos hijos; luchaba por el reconocimiento por parte del Gobierno de Colombia como excombatiente de guerra con discapacidad. Hasta el día de hoy este Gobierno no ha cumplido con los acuerdos de paz firmados con las FARC en 2016.


Despertar
Karina Espinoza

    Mis ojos saltan de alegría, estoy ávida de una vida nueva que busco cada día en la profundidad del monte y en la inmensidad de la llanura. Me atrae su voz inteligente, su trato lleno de amabilidad y de ternura con los campesinos.
    Los veo entregados con amor al trabajo y al progreso de mi vereda. Son muchos, como hormigas, cargando palos sobre sus hombros, abriendo trochas y carreteras en medio de la selva y la llanura. Son muchos trabajando hombro a hombro con el campesino, me gusta su justeza con las cosas diarias de la vida.
    Me veo en un traje camuflado, con el equipo a mis espaldas y el fusil en la mano. Me veo con mis ojos que abrazan el camino con firmeza y valentía. De niña me hice guerrillera. Atrás quedó el rostro envejecido y sin esperanza de mi madre que ahogó con lágrimas mi partida.
    Es el amanecer del 9 de enero, y se apodera de mí un dolor profundo que recorre mis huesos: desaliento, fiebre, dolor de ideas y el mundo da vueltas hasta derrumbarse conmigo. No hay enfermero y no tengo apetito, me hundiré en la hamaca con mi malestar. Hay vida y movimiento en el campamento, ruido de machetazos, risas, voces de mando. La rancha arde en aromas y sabores que revuelven mi vientre.
    Los monos se cuelgan entre las ramas y llenan el campamento con sus miradas curiosas. Una hormiga se desplaza lentamente por el guindo de mi hamaca. Ella huele y rebusca a lado y lado como buscando el lado dulce de la vida.
    Pienso en los ojos tristes de mi madre, sus lágrimas resbalan por mis mejillas. Me hundo en mis sueños, está oscureciendo y se acerca el guerrillo que me gusta: joven, rubio, inteligente, afectivo y cariñoso. Su mano recorre mi rostro y mi cabello, mi piel se estremece y mi cuerpo se humedece de deseo. Me dice que yo le gusto. Iniciamos un romance lleno de besos y caricias. Con la noche guinda su hamaca junto a la mía, nos separan unos pasos pero siento su respiración y me duermo tranquila como quien se siente amada. Mañana será otro día que promete ser más grato.
    De golpe me despierto, es cerca de media noche, no puedo conciliar el sueño, algo me inquieta y no me deja penetrar con atención en los ruidos de la noche. Me levanto en medio de la oscuridad, pido a mi socio de caleta la linterna, era la mía y la quería tener conmigo, no sé por qué, la quería en ese instante.
    Vuelvo a mi hamaca, son las doce, un ruido surgido de en medio de la noche me estremece. Es ruido de aviones y amenaza de peligro, mi corazón se sobresalta y me pongo de pie de un salto.
    Me coloco mis pecheras y mis manos aprietan con fuerza el fusil que es la vida, el fusil que no puedo abandonar. El ruido del comandante de guardia retumba en el campamento: “¡camaradas, van a bombardear!”. Todo es confusión y se viene sobre nosotros un estruendo infernal que estremece la tierra.
    Gritos desgarradores de angustia, de desesperación y de dolor retumban en el campamento. A ello se une el quejido de los agonizantes, el llanto y el miedo de los que no hallamos camino para coger.
    Se ilumina todo el monte de un color amarillo y se apodera de nuestros cuerpos un calor quemante. Al instante se remueve la tierra con el estruendo infernal de otra bomba. La onda me tumba al suelo. Derribada, abro los ojos, todo está lleno de luz, trato de respirar con la boca entreabierta, tengo un palo caído sobre mi cabeza. Siento miedo de morir, miro mi cuerpo y al tratar de incorporarme veo con horror que mi mano y parte de mi brazo cuelgan y están llenos de sangre.
    —¡Ayúdenme, ayúdenme, estoy herida!
    Y me paro para correr, para huir despavorida de aquel lugar. Al momento cae otra bomba que estruja la tierra y todas mis entrañas. Me tumbo con fuerza boca abajo.
    Reacciono inmediatamente, quiero pararme pero mis piernas no responden, quiero huir para salvarme de aquel infierno, me arrastro luchando por la vida. Avanzo a rastras por la oscuridad, mientras en mi mente digo: “¡quiero vivir!, ¡quiero vivir!”.
    Mi cuerpo se aferra a la tierra y a la vida, se arrastra afanosamente como una serpiente, buscando una salida. Choco con el cuerpo agonizante de un compañero que se queja en la desesperación de su cercanía con la muerte. Siento un terror intenso, lleno de tristeza, de rabia, de ganas de llorar y de dolor.
    Sigo arrastrándome hasta que no puedo más. Me invade una desesperación terrible, mi cuerpo es poseído por un intenso frío, ardo de dolor, me quemo viva y siento en mi ser una soledad terrible que me invade por dentro.
    Me voy a morir, siento una sed horrible, estoy ávida de una chispa de agua. Estoy seca. Me envuelvo el pedazo de brazo que me cuelga en la camiseta como para no perderlo en el camino, para mantenerlo ligado a mi ser.
    Amanece y se ilumina todo con bengalas que son lanzadas sobre el monte, se ilumina todo pero mis ojos se nublan. No lloro. El Ejército se aproxima, avanza, rodea el lugar.
   Tengo mucho miedo, pienso que no voy a sobrevivir, que voy a recibir a quemarropa un tiro de gracia. El miedo hiela todo, mi cuerpo parece un tonto que no obedece al movimiento. Cierro los ojos esperando lo peor.
    Preguntan mi nombre, me colocan sobre una camilla de palo, no sé por qué no vino el tiro de gracia. Tuve suerte esta vez.
   Me llevan al campamento. Con mis ojos aterrados veo la destrucción de las bombas racimo. En la vereda veo los despojos de mis camaradas.
  Cuerpos o, mejor, pedazos de cuerpos heridos y destrozados. Lamentos, tristeza, rabia, dolor e impotencia. Árboles derribados, palos destrozados, huecos, tierra, olor a quemado, a pólvora, a muerto.
    Sentí que el mundo había acabado para mí, pensé en mis queridos camaradas, en el país al que habría de entregarle mi vida para que en él viviéramos felices. Valió la pena, fui feliz y ahora entrego esta pequeña ofrenda con mi vida. Mi pedazo de brazo lo cargué enrollado en una camiseta negra con la imagen del Che y la leyenda: “Que la dureza de estos tiempos no nos haga perder jamás la ternura de nuestros corazones”.
    Ahora me veo y me falta esa parte de mi brazo y mi mano: soy Karina Espinoza, estoy en la cárcel, aprendo de nuevo a caminar, y a dar pasos como cuando era niña. Uso pañal y todo me huele a medicina. Estoy ávida del verde aroma de la esperanza que me recuerda los montes de mi patria.


Referencias


"Ecuatoriana soportó bombas y reúsa sonda por necesidad". En: El Universo, 2018. Disponible en: https://www.eluniverso.com/noticias/2018/01/14/nota/6564834/ecuatoriana-soporto-bombas-reusa-sonda-necesidad/

ESPINOZA, Karina, "Despertar". En: Fugas de Tinta 4. Bogotá: Ministerio de Cultura da Colombia , 2012. Disponible en: <https://mincultura.gov.co/areas/artes/literatura/Paginas/Publicaciones.aspx>

PUENTES, Yury Magnory Ariza. "El escritor es un orfebre de su propio oro Entrevista a José Zuleta Ortiz". Revista S, v. 4, n. 1, 2010.

MILLÁN GUZMÁN, J. C. Fugas de Tinta 7: la libertad toma la palabra en la Biblioteca Nacional, 25 Dezembro 2016.

RUIZ, M. "Los Rebeldes". VerdadAbierta.Com, 2010. Disponible en: <https://verdadabierta.com/los-rebeldes/>. Acesso em: Fevereiro 2021.

ZULETA, José. “Introducción”. En: Guía para directores de Talleres de Escritura Creativa. Bogotá: Ministerio de Cultura da Colombia, 2019.