jueves, 26 de agosto de 2021

Entrevista a José Zuleta Ortiz del programa Libertad Bajo Palabra

   Nuestra última publicación estuvo dedicada al relato “Despertar” de Karina Espinoza, participante del programa Libertad Bajo Palabra. Con el objetivo de dar a conocer más sobre este programa  que ha hecho posible obras como la de Karina, compartimos en la presente entrada una entrevista con su creador y coordinador José Zuleta Ortiz. La entrevista fue realizada por Yury Magnory Ariza Puentes en 2010 y publicada originalmente en la Revista S, de la Universidad Industrial de Santander. La parte de la entrevista que compartimos es la segunda, porque es en esta donde Zuleta habla de su trabajo con la escritura y, por consiguiente, con la lectura, en cárceles de Colombia.


 Foto: Bernardo Peña / El País




    Libertad bajo palabra, como el libro de Octavio Paz, es la denominación del programa del Ministerio de Cultura dedicado a desarrollar talleres de escritura literaria, en las cárceles del país. Este proyecto, articulado a la Red Nacional de Talleres de Escritura Creativa, Renata, pretende promover la lectura entre la población carcelaria del país, convertir la escritura en una herramienta puesta al servicio de la libertad y hacer de la literatura una ventana para mirar y mirarse más allá del presidio. En el marco del recital de poesía organizado en la Cárcel Modelo de Bucaramanga, en el cual los reclusos de este establecimiento carcelario tuvieron oportunidad de leer sus creaciones artísticas y cuya organización estuvo a cargo de El Jardín de la Poesía, programa cultural de la Dirección de Comunicaciones y la Dirección Cultural de la Universidad Industrial de Santander, continuamos conversando con José ZULETA: Ortiz que [...] se desempeña como coordinador nacional del programa Libertad bajo palabra, desde el año 2005, cuando el proyecto se puso en marcha. 



ARIZA: José, quisiera que nos cuente cómo surgieron y cómo se han venido desarrollando en las cárceles del país los talleres de escritura Libertad bajo palabra. 


ZULETA: Los talleres nacieron en Cali, en 2005. Nosotros hicimos un festival de poesía y uno de los escenarios donde íbamos a hacer las lecturas era la cárcel de Cali. Fuimos a hacer la lectura y, cuando entramos al patio, porque no fue en un sitio, digamos, especial, sino en un patio, muchos de los internos quisieron leer; muchos tenían en la mano, debajo del brazo, sus textos, y querían leerlos. Yo les propuse a los compañeros con quienes íbamos a hacer el recital que invirtiéramos los papeles y que los dejáramos a ellos hacer el recital. Fue difícil convencerlos, porque los poetas generalmente son muy amigos del micrófono; tienen unos egos muy poderosos y no desaprovechan ningún tinglado para cantar; pero finalmente aceptaron y nos quedamos muy sorprendidos del recital que escuchamos y de las cosas que habían escrito estas personas. A la salida le pregunté a la directora de la unidad educativa de esa cárcel si ellos tenían un programa de escritura, y me dijo que no, que había mucha gente que escribía en las cárceles, porque ella había estado en otras; pero que no había programas de escritura para los presos, que eso no existía, que allá había programas de pintura, de música y de otras cosas, pero que de escritura no había, que la gente a la que le gustaba escribir, escribía allá; había algunas bibliotecas en algunas cárceles y que había algunos lectores, que leían, pero que no había programas de escritura. Yo le planteé en ese momento a la directora de esa unidad que si podíamos hacer talleres de escritura con esas personas que querían hacerlo y ella dijo que claro, que no había ningún problema, y así nació “Libertad bajo palabra”. Después lo llevamos a la de mujeres. Eso comenzó en la cárcel de hombres de Cali; luego lo llevamos a la de mujeres; después lo hicimos en ambas. Con el tiempo, bueno, empezó a crecer. Renata, la Red Nacional de Talleristas, se dio cuenta del proyecto y me invitaron a hacerlo en otros lugares. Después lo hicimos en seis cárceles. Posteriormente lo hicimos en diez. Ahora lo hacemos en diecisiete. 


ARIZA: ¿Desde el 2005? 


ZULETA: Sí. Empezamos en el 2005. Llevamos cinco años trabajando. 


ARIZA: En la misma entrevista del periódico El Espectador [...], decía usted que le llaman la atención las cárceles, porque en ellas se vuelve realidad lo que afuera es ficción. Quisiera que ampliara un poquito esa idea y que nos cuente cómo un medio tan agreste como la cárcel se puede convertir en una cantera de historias y cómo escribir puede ser para un recluso una manera de mirar más allá de los muros y de las rejas. 


ZULETA: Bueno, yo lo que decía en la entrevista era que lo que afuera es ficción, adentro es realidad… 


ARIZA: … exactamente. 


ZULETA: Cuando yo empecé a tener contacto con los escritores reclusos, me di cuenta de que muchos de ellos tenían interés en contar lo que les había sucedido, o sea de hacer crónicas de vida y de contar su historia, y creo que el 70% de los trabajos que se están escribiendo en las cárceles tienen que ver con historias de vida, con historias biográficas, autobiográficas, muchas de ellas, y biográficas, otras. Ahí hay una cosa muy importante, que es la pulsión de escribir. Digamos que los escritores no son escritores por esfuerzo, los verdaderos escritores, sino porque necesitan escribir de una manera visceral, vital, para poder vivir; en las cárceles la gente que escribe tiene ese impulso de necesidad, de necesidad vital; no es una pose, no es una pose intelectual. Desde luego, muchos de ellos escriben para no mostrar, simplemente para pensarse, para indagarse, porque lo necesitan y están lejos de cualquier pretensión de publicación o de reconocimiento, simplemente hay una relación con la escritura muy poderosa, que también es de confrontación humana, que finalmente es lo que un escritor es: la escritura es un instrumento para que un escritor confronte su vida y confronte su entorno y confronte al mundo en que vive. Y eso se da en las cárceles, desde luego, en la gente que libremente quiere escribir, porque esa es una de las cosas de este programa, a las personas que participan del programa no se les redime tiempo, no tiene ningún tipo de contraprestación, no se les promete nada; lo hacen porque quieren. Entonces ahí hay una ganancia, ahí hay una cosa interesante. Desde luego, hay muchas personas que van al taller y no quieren compartir lo que escriben, simplemente van para estar enterados de qué es el taller y cómo es la cosa, y siguen escribiendo pero no comparten lo que escriben, porque lo que escriben es para ellos, y nosotros les damos esa libertad: las personas que no quieren mostrar lo que hacen no lo tienen que mostrar; si me lo quieren mostrar, o se lo quieren mostrar a la persona que les hace el taller, lo pueden hacer; si lo quieren compartir con otras personas, también lo pueden hacer; si lo quieren postular para publicar, también lo pueden hacer o no hacerlo; si lo quieren firmar o no firmar; si lo quieren firmar con seudónimo o sin seudónimo… Y así ha sido; hay trabajos que han sido presentados sin seudónimo, anónimos; hay otros que han sido presentados con seudónimo, y hay otros que han sido firmados con nombre y dos apellidos. 


ARIZA: De alguna manera se convierten ustedes en confesores, si ellos deciden; por ejemplo, que solamente el tallerista lea lo que han escrito. 


ZULETA: No sé si sea la palabra más indicada; pero, en algunos casos, hay personas que han trabajado cosas muy duras y cosas en las cuales hay crímenes de por medio, muy delicadas además, y han sido capaces de trabajarlas literariamente y, desde luego, tienen temor de compartir eso, porque los involucra, porque involucra otras personas. Hay escritores que han sido capaces de hablar con nombres propios todo el tiempo, como si fuera una biografía, con nombres reales, con sitios reales, con las fechas reales, escenarios reales…, entonces desde luego ahí hay cosas que son muy delicadas y que en algunos casos ellos solamente las comparten con el tallerista o no las comparten. Pero nosotros no tenemos ninguna pretensión de ser redentores de ellos; el programa no tiene ninguna intención de producir algún efecto terapéutico, producir un cambio, no hay ningún propósito de esa índole en el programa; el programa es un programa solamente para escribir y no ofrecemos ni tenemos la esperanza, ni hacemos evaluaciones de antes y después, nada. Las cárceles tienen unas unidades de desarrollo y tratamiento donde intervienen muchos psicólogos, y ellos no tienen nada que ver con el programa; el programa es ajeno a eso. Ahora, si un escritor quiere ir al psicólogo y leer lo que escribió, eso es problema de ese escritor, pero el programa no tiene nada que ver con eso, no hay ningún propósito de enmienda, de que ellos encuentren alguna manera de rehacerse, no: la escritura no es para eso; para eso es la religión, para eso es la psicología, para eso son otras cosas. La literatura, al contrario, es para confrontarse, no para redimirse. 


ARIZA: Cuéntenos en qué medida los talleres Libertad bajo palabra revelan una radiografía de este país, de lo que es Colombia. 


ZULETA: Bueno, las cárceles son un espejo del país. En las cárceles está toda la sociedad colombiana representada; en cada región de Colombia hay en las cárceles políticos, funcionarios públicos, policías, sacerdotes, profesores, médicos… Todos los representantes de la sociedad civil y de la institucionalidad colombiana también están presos; entonces es interesante ver cómo las cárceles son un espejo de la sociedad: ahí está todo; me parece que las cárceles tienen una condición de revelación de la sociedad, de mostrar. Creo que si uno mira las cárceles, mira la sociedad que tiene. Creo que es un escenario que ha sido muy estigmatizado, la cárcel es un estigma y, en gran parte, la función de la cárcel es estigmatizar, aunque existen varias doctrinas, unas que son punitivas, en las cuales usted va a pagar lo que hizo, va a ser castigado, como es la doctrina norteamericana cuáquera; hay otras doctrinas que son de resocialización, donde usted va a volverse un individuo apto para ser parte de una sociedad, porque usted es un desadaptado, etc., que es la nuestra. Nosotros tenemos la idea de que la cárcel funciona así, y eso no es así, ese planteamiento no funciona en ninguno de los dos casos; la cárcel es un lugar donde no se puede resocializar a nadie, donde, al contrario, mucha gente termina peor de lo que entró, donde las personas que no tienen condiciones ni formación en muy raras ocasiones pueden, después de esa experiencia, hacer una vida distinta a la que tenían. Yo tengo, dentro del extensísimo grupo de personas que asisten a los talleres, casos en los cuales, por ejemplo, un niño cuenta que él empezó a robar, esto es en la cárcel de Acacías, en el Meta, a los cinco años, porque sus tíos eran ladrones, sus hermanos eran ladrones, su papá era ladrón, todo el entorno de su familia era ladrona y a él lo entraban, porque él cabía por las rejas de las puertas, de los antejardines y las ventanas, para que les abriera las puertas de las casas vacías, y él cuenta que todo su entorno social era un entorno que trabajaba en el negocio, que él empezó en el negocio a los cinco años o seis años, porque él era flaquito. Entonces uno ve que hay unas personas que nacen en unas situaciones que casi que han trazado su sino. Yo tengo, por ejemplo, en la cárcel de Cali, una mujer que tenía a la mamá y la hija presas, o sea tres generaciones de una misma casa, y por cosas totalmente diferentes; el papá también y el hermano también; por consiguiente hay unas cosas en las cárceles que son complejas. Pero están también los políticos, los policías, los sacerdotes abusadores, o sea hay de todo: todas las conductas humanas de alguna manera terminan siendo proclives a terminar allá, y allá terminan muchas de ellas. También hay una cosa curiosa, por ejemplo en las mujeres. Las mujeres son muy dadas a redimir a los seres humanos; entonces hay muchos casos en los cuales las mamás, las novias, o las esposas se han involucrado y han terminado pagando crímenes que no cometieron, que cometieron sus hijos. Hay muchos casos en los cuales, por ejemplo, hacen un allanamiento a una casa, encuentran una droga o el objeto de un robo, y la mamá dice “No, eso es mío, yo soy la culpable”, “¿se declara culpable?” “Sí, yo soy la culpable, me declaro culpable, me voy para la cárcel”. Después al muchacho lo terminan metiendo por otra cosa también a la cárcel y terminan los dos presos: la mamá, por salvar al hijo, y el hijo, porque lo cogieron más tarde en otra cosa. Eso pasa mucho; uno no cree, pero yo he visto muchos casos en que mujeres, por salvar al novio, por salvar al marido, al amante o al hijo, han terminado pagando penas de delitos que no cometieron.


ARIZA: ¿Usted cree que de algún modo los talleres de escritura creativa en las cárceles han contribuido a cumplir con los propósitos de formación y reinserción social de la población carcelaria? 


ZULETA: No. Yo creo que ese no es el propósito y yo creo que la cárcel como está diseñada en Colombia no puede producir una transformación de los individuos que entran, porque, primero que todo, es indigna, y si uno entra a un lugar que es indigno, no puede llegar a ser digno. Es indigna por el grado de corrupción que tiene; tiene un grado de corrupción que viene desde los que te vigilan y te guardan. El grado de corrupción en Colombia es brutal, y todos los órdenes de la justicia están muy corrompidos; entonces en un ambiente en el cual todo se mueve ilegalmente, los mismos procesos jurídicos y judiciales, la misma instancia en el lugar en donde estás recluido, pues es muy difícil que ese sea un lugar de reinserción o de recuperación. Son lugares muy duros, donde mandan los más fuertes, los más malos, los más arbitrarios; los más poderosos son los más armados, los más dispuestos a matar, esa es la gente que tiene el poder y que conduce las prisiones. Entonces un sistema como el que nosotros tenemos jamás podrá redimir a alguien ni jamás podrá ser el camino para que alguien cambie de vía, al contrario. 


ARIZA: ¿Ni siquiera ayudan a menguar un poco esa situación los talleres? 


ZULETA: Los talleres son como unos pequeños oasis. En los centros de reclusión hay personas que se sienten muy mal dentro del centro y que no pueden acomodarse, no se acomodan, ¿por qué?, porque tienen dignidad, porque tienen una formación distinta, porque tienen sensibilidad…, entonces tratan de buscar oasis, que también los hay, y generalmente son las cosas que tiene que ver con el arte; por ejemplo, en mi taller hay personas que están en pintura y música; ellas tratan de tomar todo lo que sea distinto a estar en el patio, porque el patio es la ley del más fuerte y el patio es terrible; el patio tiene una lógica muy brutal, muy compleja. Estos pequeños oasis les permiten a estas personas entretenerse y estar ahí pasando el tiempo en un escenario que es un poco un oasis dentro de una selva. Es curioso que generalmente las personas que tienen que ver con la parte dura de los patios, del poder, del tráfico de la droga…, esa gente nunca está en nada artístico ni en nada educativo, porque los centros de reclusión, hay que decirlo, ofrecen, no todos, pero algunos de ellos, la posibilidad de que la gente termine la primaria, que termine el bachillerato, haga una tecnología e inclusive una carrera profesional. Esa gente que se mete en estos programas generalmente es gente distinta, gente que no pertenece al poder de la cárcel ni de los patios; es gente que está un poco al margen de esa situación. Para ellos esto es una tabla de salvación también y de poder estar ahí, de soportar el tiempo que están ahí de una manera más o menos digna. 


 Foto: Milton Ramírez



ARIZA: ¿Cuáles han sido las estrategias para acercar la literatura a los reclusos? ¿Cuál es la metodología de trabajo de los talleres? 


ZULETA: A ver. Los talleres son diecisiete y hay diecisiete personas o quince personas, porque hay algunos que manejan dos talleres, que los conducen. El programa está apoyado en Renata; las personas que dan el taller en las cárceles son los que tienen los talleres de la Red Nacional de Talleres de Literatura. Nosotros no tenemos una metodología única ni igual para todos los talleres. Respetamos la metodología de cada director de taller, pues como son directores de talleres que ya están formados, casi todos son profesionales en literatura o escritores; mal podríamos decir nosotros que el taller tiene que ser así y hacer un modelo con unos módulos que hay que seguir y copiar. Cada director tiene la libertad de conducir el taller de acuerdo a sus metodologías. Ahora, sí hay unas cosas que son comunes a todos los talleres; por ejemplo, hay una relación con la lectura. La lectura curiosamente no es un hábito muy frecuente dentro de la cárcel: es, como afuera de la cárcel, un hábito de minorías. Uno supone que en las cárceles hay mucho tiempo, y no es así; el régimen carcelario, la disciplina, todos los protocolos para comer, para contarlo a usted por la mañana, por la noche, lo del aseo, las comisiones, las no sé qué, la jurídica… Todo eso quita muchísimo tiempo, y hay muy poco tiempo durante el día para leer, y los accesos a las bibliotecas son muy cortos: la gente puede estar en la biblioteca creo que unas tres horas al día. Tampoco es un sitio donde sea fácil leer por el hacinamiento, por el ruido, porque hay televisores a todo volumen, radios a todo volumen, música, peleas, alegatos, etcétera; entonces no hay condiciones de lectura, tampoco hay hábitos de lectura. Hemos creado muchos lectores, a partir de la escritura; eso es una cosa muy rara, porque se supone que es al revés, y todas las teorías dicen que eso es al revés; pero en el caso de las cárceles, muchas personas que no tenían el hábito de leer se fueron a la lectura, porque comenzaron a escribir, y eso es muy interesante, es un fenómeno muy interesante. Para hablar un poco de lo que hacemos: lo que hacemos es que permitimos todos los géneros; nos parece que identificamos la búsqueda personal de cada sujeto y acompañamos esa búsqueda, porque los grupos son muy heterogéneos. Yo he tenido desde analfabetas, desde personas que no saben leer ni escribir que quieren contar su historia incluso personas que tienen doctorados; los grupos son muy heterogéneos, y uno no podría manejar un módulo para todos. Yo hago algunas cosas, sobre todo en los primeros momentos del taller, cuando va a empezar un nuevo grupo, como para romper el hielo y conocer el grupo. Por ejemplo hago un taller que se llama “El periódico”; tomo el grupo, más o menos de veinte personas, lo divido en cuatro grupos de cinco o en cinco de cuatro, y decimos “Bueno, vamos a hacer un periódico y este salón es la sala de redacción de un periódico, es el periódico de un país imaginario, hipotético, y cada uno de ustedes va a manejar una sección del periódico: entonces vamos a manejar la página social, la página judicial; vamos a manejar la página deportiva, la página cultural, la página editorial y vamos a armar un periódico, vamos a ponerle el nombre…” ¡Ah! Y la página de clasificados, porque los clasificados son muy buenos para el humor, y armamos el periódico de un país que no existe, y queremos contar cuáles son las noticias de ese país. Ese es un taller que sirve, porque es muy divertido, la gente se relaja, se ríe y se empieza también a despertar la cosa del humor; empiezan a imaginar cosas y funciona muy bien. De ahí en adelante, la gente consigna un proyecto de escritura en cualquier género, y nosotros lo que hacemos es acompañar ese proyecto. Hay algunas personas que trabajan de una manera un poquito más académica; yo trabajo de una manera muy personal con cada uno de ellos o una de ellas, y les digo “A mi no me interesa ni la ortografía, ni la letra, ni la gramática. A mí no me interesa nada de eso; eso todo es carpintería, y a eso no vinimos; aquí vinimos a narrar, a contar…, esa parte de la letra la pasamos a un computador y se corrige en la letra que usted quiera, y la ortografía y la gramática se la corrijo yo, por eso no se preocupe, eso es lo de menos”. Mucha gente se inhibe, entonces lo primero que hay que decirles es “Ese no es el paseo, eso no tiene ninguna importancia, vamos es a ver cómo se cuenta una historia y usted qué quiere contar”; entonces yo los oriento así y los acompaño en cada proyecto, si son de poesía, de poesía; si son de crónica, de crónica; si quieren hacer la crónica de un hecho que ellos conocen, que no es propio, también los oriento en cómo investigar, les llevo ejemplos de crónicas, a cada uno les llevo materiales para que vean. Hay una cosa que hago y que funciona mucho: yo tengo una especie de biblioteca de textos escritos en las cárceles por grandes escritores; entonces, les cuento primero la historia del personaje, quién era el personaje, por qué llego a la cárcel, personajes colombianos: Mutis, por ejemplo, que estuvo preso por haberse gastado una plata ajena, por estafa, pues, bueno… Hay muchísimos casos de escritores que escribieron desde las cárceles, que son grandes obras, y les leo fragmentos de esas grandes obras, y entonces eso les llama mucho la atención, porque los identifica, también les llevo material que apoye lo que están trabajando, para que lean. Por eso le digo que a partir de ahí hemos formado lectores que, tratando de escribir algo, empezaron a mirar cómo lo hacían otros, y terminaron volviéndose lectores y encontraron en la lectura un placer que no conocían. 


ARIZA: Muy interesante… Bueno, ¿con qué obstáculos se ha encontrado el taller? ¿Cuáles son las mayores dificultades que afrontan los participantes? 


ZULETA: Bueno, hay muchos tipos de dificultades. Una es el tiempo, porque el tiempo es muy corto, uno realmente de tiempo efectivo de taller logra tener dos horas semanales; pero nunca más, porque entre la entrada, la buscada de los patios, la traída… Todo eso es un proceso complejo. Hay otra cosa que son los traslados, la cantidad de actividades que tienen, hay mucho ausentismo porque la persona está en jurídica, porque está en tratamiento médico, porque la trasladaron, porque…, eso también es una dificultad. En algunas ocasiones, porque, sobre todo en las cárceles de Medellín y Cali, hay muchísimos operativos de seguridad; no le pueden avisar a nadie; desde luego, porque son redadas para buscar armas, para buscar droga… Muchas veces uno llega y no puede dar taller, porque están en un operativo, entonces se pierde. Y con ellos, los reclusos, no hay ninguna dificultad, porque como están ahí voluntariamente, tienen la mejor disposición de trabajo. 


ARIZA: Y cuando una persona es trasladada sorpresivamente, generalmente pasa así, amanecen y los llevan a otro lado, ¿pueden continuar el proceso de escritura?


ZULETA: Si en el otro lado hay taller, se meten; pero si no, se pierde. A veces me han remitido el trabajo, y yo lo he podido corregir y se lo he regresado, porque han sido trasladados. Eso me pasó con un muchacho de Palmira, que lo trasladaron a Popayán; él me envió el trabajo desde Popayán, yo lo corregí y se lo volví a enviar a Popayán. Pero también hay muchos casos donde se pierde, porque la persona se va a otros sitios muy lejanos o no vuelvo a saber de esa persona…, o bueno, hay otra manera también y esa sí es feliz: cuando se van en libertad. 


ARIZA: ¡Ah! Claro, maravilloso… Háblenos de una historia y de un texto del taller que le haya conmovido. 


ZULETA: Bueno. Hay muchas historias muy conmovedoras, pero a mí las historias que me parecen más conmovedoras son las más sencillas; por ejemplo, la historia del niño, la historia de ese niño que cuenta cómo fue su infancia, cómo nació en un mundo donde lo único que había era eso… 


ARIZA: … ladrones… 


ZULETA: … me llamó mucho la atención la historia de una mujer que fue enamorada por el capellán de la iglesia; la convenció de que el hijo que ella esperaba era el hijo de Dios, que él era un instrumento para que ella fuera la nueva Virgen; esa es una historia muy conmovedora. No la escribió, porque ella no sabía escribir, ella era analfabeta, pero es muy conmovedora. Hay una historia de dos primos-hermanos, en Buenaventura, que por seducir a las niñas más bonitas del barrio, en Pueblo Nuevo, una de ellas era la reina del barrio, les dijeron una mentira: que ellos eran los “duros”. Ellos les lavaban carros a unos mafiosos de Buenaventura y pues andaban en esos carros, desde luego, porque eran los que les lavaban los carros y les hacían “vuelticas” como mensajeros de unos mafiosos. Entonces ellos andaban en esos carros y dijeron un mentira, dijeron que ellos eran unos “duros”, y al montarse en esa mentira comenzaron a tener una vida doble, esa mentira comenzó a crecer y a volverse otra forma de la realidad, a tal punto que eso terminó en un crimen; es la historia de cómo una mentira se vuelve la verdad, esa es una historia muy conmovedora, muy extraña. 


ARIZA: ¿Se han hecho publicaciones a partir de los textos producidos en el taller? 


ZULETA: Sí. Hemos hechos dos libros, y estamos haciendo un tercer libro. El primer libro se llamó Libertad bajo palabra, que recogía los mejores trabajos de los talleres de Cali, de hombres y mujeres. El segundo libro se llamaba Fugas de tinta, que tiene una selección de trabajos de seis centros de reclusión, y el tercer libro, se va a lanzar ahorita el 12 de agosto en Bogotá, en la Feria del Libro: Fugas de tinta II, que tiene trabajos de quince cárceles; en conclusión, hemos hecho tres libros. 


ARIZA: ¿Cómo la escritura logra transformar la vida de una persona recluida en una cárcel? ¿Cuál es la experiencia que ellos han contado al respecto? 


ZULETA: Bueno. En algunos casos sí ha habido, a partir de la escritura, una transformación; pero, en términos generales, nosotros no podemos medir eso; nosotros lo único que sabemos es que para ellos escribir es fundamental. Conozco un caso en el que una persona se metió a un taller para poderle escribir una carta a sus hijos y contarles por qué estaba allá, y eso fue el motivo fundamental. Él finalmente pudo escribir su carta y ya… 


ARIZA: … se liberó… 


ZULETA: … Se liberó. Otras personas se han vuelto escritores; ya tienen varios libros escritos. Pero no podemos decir en términos generales, porque estos son episodios que en un grupo de cien personas han ocurrido unas tres o cuatro veces; o sea que esa no es la tendencia. Nosotros no medimos qué pasa tampoco, no tenemos ese tipo de preocupación, pero sí sabemos que ahí hay muchísimo talento, y en esos libros es evidente ese talento. Nos llama mucho la atención encontrar verdaderos escritores en sitios donde uno no esperaría encontrar escritores. Alguna vez, Nahum Montt, cuando era director de Renata, me hizo un chiste que era muy simpático, pero que tenía algo de veracidad: “Me estoy preocupando mucho, porque están escribiendo mejor los de adentro que los de afuera”… (Risas)


ARIZA: Bueno…, ya para finalizar, ¿cómo utilizamos la literatura, el arte y la cultura, en general, para tratar de construir un país menos violento? 


ZULETA: Bueno. Yo creo que esa es una utopía. El país desafortunadamente es muy violento, el ser humano es un animal muy violento, y no es solamente en nuestro país, sino en muchos países. Particularmente el nuestro tiene la circunstancia de ejercer de una manera excesiva la violencia que todos tenemos adentro y de tener muy pocas posibilidades de convertir esa violencia en otra cosa distinta que violencia. Me parece que en la medida en que uno pueda tener un mundo imaginario y hacer de la imaginación un lugar, en esa medida uno tiene más posibilidades de escapar a la violencia. Pero la realidad es que la sociedad que tenemos es una sociedad muy pragmática, es una sociedad en la cual los valores de la solidaridad, de la equidad, de la generosidad son prácticamente considerados ya defectos humanos, no valores; tenemos una sociedad contravalorada, aquí se premia al más “vivo”, el más avispado es el mejor; desde niño el papá está mostrándole al hijo que hay que ser avispado, que hay que ascender, que hay que dar codazos, que hay que surgir… Y esa cultura ha triunfado y está representada en todos los órdenes de la vida, o sea los que llegan más lejos, incluso a la Presidencia de la República llegan con ese método: de engaños, de mentir, de atajos, de dar codazos, de ser “vivos”. Inclusive hay pueblos que culturalmente tienen eso como un valor; por ejemplo, el pueblo antioqueño. Yo me acuerdo de un escritor, que se llama Jesús del Corral, que tiene un cuento que se llama Que pase el aserrador; en ese cuento hay un tipo que se vuela: un paisa se vuela con un boyacense de la guerra y se van huyendo y llegan a un río, y en ese río encuentran un lugar donde hay una tarabita para pasar el rio, y al otro lado está el tipo que hace mover la tarabita. Entonces le preguntan que eso ahí qué es, y dice “No, esto aquí es una mina”, “¿y necesitan mineros?” “No, no necesitamos mineros, necesitamos es un aserrador”; entonces el paisa miente y dice “Yo soy aserrador”, le pasan la tarabita para que él vaya y él pasa y triunfa a punta de mentiras. Lo que hace Jesús del Corral es mostrar cómo el que triunfa es el “vivo”, el mentiroso, el que hace las trampas, ese es el “vivo”, y ese es el prototipo de lo que nosotros formamos: la gente que formamos es así, la clase política es así, toda la gente que está en el Congreso, o el 90% de la gente que está en el Congreso y en los cargos políticos de los municipios y de las Asambleas Departamentales es esa fauna; la de los “vivos”. Entonces la gente sabe muy bien eso; si esos son los que manejan, si la fauna que nos maneja es así, si para triunfar hay que ser así, entonces todos seamos así, y de ahí para atrás todos somos así. Es una sociedad que es violenta, que es corrupta y que es como es casi que dirigida desde arriba; los grandes ejemplos sociales nos muestran que ese es el camino, entonces la gente sigue ese camino… 


ARIZA: … Asumen que eso es lo normal, que ese es el conducto regular… 


ZULETA: … Que ese es el conducto regular


NOTA BIOGRÁFICA DEL ENTREVISTADO


José ZULETA: Ortiz [...] es gestor y coordinador de los talleres de escritura creativa Libertad bajo palabra, desarrollados en diecisiete cárceles del país; e [...] colaborador de suplementos culturales en los periódicos El País y El Espectador, así como fundador del Centro Literario León de Greiff (1978). Además, es director de la Fundación Estanislao Zuleta y director del área de Literatura de Proartes. Un bogotano radicado en Cali que escribe para contar, expiar, espiar, celebrar y decir gracias.


NOTA BIOGRÁFICA DE LA AUTORA


Yury Magnory Ariza Puentes es abogada, egresada en el 2009 de la Universidad Industrial de Santander; institución en la que actualmente cursa una maestría en semiótica y se desempeña como docente cátedra. [...] En la actualidad, y dentro de la línea Literatura colombiana del grupo de investigación Cultura y narración en Colombia (Cuynaco), desarrolla una investigación tendiente a examinar, desde una perspectiva semiótica, las distintas representaciones de la justicia construidas en la crónica colombiana.


    

Fonte: Boletín n.º 168 - Ministerio de Cultura e INPEC anuncian alianza estratégica • Otraparte.org



RIZA PUENTES, Yury Magnory. “El escritor es un orfebre de su propio oro” [entrevista a José ZULETA Ortiz], en: Revista S. Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander, vol. 4, 2010. Disponible en: https://revistas.uis.edu.co/index.php/revistaS/article/view/2045